La compra compartida ha pasado a ser algo común. Según un informe de CoBuy de 2024, casi el 29 % de las compras de viviendas en Estados Unidos este año involucraron a co-compradores —incluyendo amigos, familiares, parejas o pequeños grupos—. Solo en marzo de 2025, una encuesta reveló que el 23 % de los compradores potenciales consideraría adquirir una propiedad con alguien conocido.
Los precios altos, el aumento de las tasas hipotecarias y la escasez de inventario siguen presionando incluso a los compradores más calificados a explorar alianzas. La copropiedad ya no se ve como una medida de último recurso, sino como una estrategia inteligente para entrar al mercado inmobiliario.
En ciudades como Toronto y Los Ángeles, los acuerdos de copropiedad son cada vez más comunes entre jóvenes profesionales que no pueden acceder a una vivienda por cuenta propia.
Por qué la gente lo hace
La principal razón es la asequibilidad. Comprar en conjunto reduce la barrera de entrada: se necesita menos dinero por persona y el riesgo individual también disminuye. Pero hay más ventajas: los co-compradores pueden optar a mejores ubicaciones, invertir en propiedades de alquiler juntos o compartir los gastos de una segunda vivienda.
Además, esto responde a nuevas prioridades de estilo de vida. Muchos millennials y miembros de la generación Z están posponiendo el matrimonio o prefieren invertir con amigos. En lugares como Londres o Nueva York, ser propietario de un estudio por cuenta propia puede parecer inalcanzable — la copropiedad ofrece una alternativa.
Qué puede salir mal
No todas las asociaciones están hechas para durar —especialmente cuando se combinan bienes raíces y dinero—.
«Empezamos como mejores amigas», cuenta Carla M., quien compró un apartamento con su compañera de universidad en 2021. «Pero cuando ella perdió su trabajo y no pudo pagar su parte de la hipoteca, todo se descontroló. No teníamos ningún acuerdo formal, solo confianza. Yo terminé cubriendo la hipoteca completa durante seis meses y casi arruina nuestra amistad.»
- Conflictos financieros o sobre responsabilidades
- Cambios de trabajo, mudanzas o nuevas parejas
- Salidas no acordadas — una persona quiere vender, la otra no
- Pagos atrasados de una parte pueden afectar el crédito de todos, especialmente si ambos figuran en la hipoteca
Incluso con las mejores intenciones, condiciones mal definidas pueden convertir una buena idea en un problema legal y financiero.
La realidad legal (y emocional)
Ser copropietario sin un acuerdo escrito es una apuesta arriesgada. Cada vez más abogados inmobiliarios recomiendan tratar incluso las inversiones familiares como asociaciones comerciales.
Eso implica:
- Definir los porcentajes de propiedad
- Establecer quién paga qué (hipoteca, impuestos, reparaciones)
- Acordar reglas para refinanciar, alquilar o vender
- Establecer una estrategia de salida clara antes de comprar
Muchos también optan por formar una sociedad limitada (SL) o firmar un acuerdo de copropiedad. Estas estructuras legales ayudan a separar las responsabilidades personales de las del inmueble y facilitan futuras transferencias de propiedad.
Casos reales
En Los Ángeles, tres amigos reunieron 300.000 € a fines de 2022 para comprar un dúplex de 900.000 €. Uno se mudó a la planta baja, y los otros dos alquilaron la parte superior para cubrir la hipoteca. Todo funcionó bien durante un año, hasta que uno perdió su trabajo en tecnología a principios de 2024. Incapaz de aportar los 1.200 € mensuales, los otros se vieron obligados a refinanciar. Finalmente vendieron la propiedad seis meses después con una pérdida de 15.000 €.
En Austin, un grupo de cuatro amigos compró una casa de vacaciones junto al lago en 2023 por 500.000 €. Cada uno aportó 125.000 €, y acordaron turnarse para usarla. Uno de ellos gestionaba las reservas de alquileres a corto plazo, lo que cubría la mayoría de los gastos. Firmaron un contrato de cinco años con tareas bien definidas y una cláusula de salida. A mediados de 2025, el acuerdo sigue vigente y resulta rentable gracias a una alta demanda de alquileres.
¿Deberías hacerlo?
Solo si la estructura es adecuada.
La compra compartida funciona mejor cuando:
- Todos aportan de forma equitativa (dinero, tiempo o gestión)
- Las responsabilidades están claramente escritas
- Se ha acordado una estrategia de salida antes de firmar
Y no se trata solo del riesgo legal. Las consecuencias emocionales de una inversión fallida pueden durar más que las pérdidas económicas.
Conclusión: invertir con amigos o familiares no es un atajo — es un compromiso serio.
Ventajas:
- Reparto de la carga financiera
- Acceso a mejores propiedades o ubicaciones
- Habilidades y tareas compartidas
Desventajas:
- Riesgo de tensiones en las relaciones
- Complicaciones legales y financieras
- Salidas difíciles de coordinar
Si consideras esta opción, no te limites a dar la mano. Redacta un acuerdo claro, consulta con un abogado y asegúrate de que todos compartan los mismos objetivos. Con una buena base, la copropiedad puede ser mucho más que una solución temporal: puede ser una estrategia inteligente.