En la costa sur de Nevis, una isla del Caribe con una población de alrededor de 13.200 habitantes, está tomando forma de manera discreta un proyecto que ya ha generado debate político, legal y social. No se trata simplemente de otro complejo turístico o desarrollo residencial de lujo, sino de un intento de construir una comunidad cerrada con elementos de autogobierno, resolución alternativa de disputas y una filosofía que cuestiona abiertamente el papel del Estado.
El proyecto Destiny y su inversor
El proyecto, conocido como Destiny, está impulsado por el empresario belga y primer inversor en bitcoin Olivier Janssens. A través de entidades vinculadas, ha adquirido terrenos en Nevis en los últimos años con el objetivo de crear un enclave residencial para residentes internacionales de alto poder adquisitivo. Los planes incluyen villas, viviendas adosadas con piscinas privadas, infraestructuras internas y servicios sanitarios. El público objetivo es explícitamente global y altamente móvil, compuesto por empresarios, inversores y personas que buscan previsibilidad jurídica y autonomía.
La gobernanza antes que la arquitectura
Lo que distingue a Destiny de los desarrollos caribeños convencionales es su enfoque en la gobernanza más que en la arquitectura. Janssens ha criticado públicamente la eficacia de los tribunales locales, argumentando que los sistemas judiciales lentos o impredecibles desincentivan la inversión a largo plazo. Su solución propuesta no es la independencia política, sino una gobernanza basada en contratos.
Bajo este modelo, los residentes aceptarían voluntariamente resolver disputas mediante mecanismos de arbitraje privado en lugar de depender exclusivamente de los tribunales estatales. Estos sistemas son ampliamente utilizados en el comercio y las finanzas internacionales, pero su aplicación a una comunidad residencial física representa un experimento mucho más ambicioso y aún poco probado. Formalmente, Destiny no busca la soberanía y seguiría estando sujeto a las leyes de San Cristóbal y Nieves. Aun así, los críticos sostienen que el resultado práctico podría asemejarse a un enclave semi-autónomo que opera en gran medida fuera del control democrático.
La ventana legal en Nevis
El momento del proyecto está estrechamente vinculado a reformas legales recientes. San Cristóbal y Nieves ha introducido legislación que permite la creación de zonas especiales de sostenibilidad diseñadas para atraer capital extranjero. Estas zonas ofrecen mayor flexibilidad en ámbitos como la planificación, el desarrollo de infraestructuras y el arbitraje, al tiempo que permanecen dentro del marco legal nacional. Para los inversores, el atractivo radica en la certidumbre regulatoria y en normas adaptadas. Para el gobierno, la promesa es inversión extranjera, creación de empleo y diversificación económica más allá del turismo tradicional.
Las figuras de la oposición y los grupos de la sociedad civil se mantienen cautelosos. Advierten que, una vez que la tierra se transfiere a desarrollos privados con arreglos legales a medida, revertir la situación resulta difícil. La preocupación no se limita a Destiny en sí, sino al precedente que podría sentar.
Precios y la economía de la exclusividad
Los precios exactos pagados por los terrenos vinculados a Destiny no se han hecho públicos. Las estimaciones del mercado sugieren que, en los últimos años, la tierra en Nevis se ha negociado normalmente entre 40 y 120 euros por metro cuadrado, dependiendo de la ubicación, la zonificación y la proximidad a la costa. Las parcelas costeras de primera categoría pueden alcanzar precios más altos, especialmente cuando ya cuentan con permisos de desarrollo.
En todo el Caribe Oriental, las propiedades residenciales de lujo terminadas suelen venderse entre 700.000 euros y más de 2 millones de euros. Aunque Destiny no ha publicado precios oficiales para las futuras viviendas, su posicionamiento y las comodidades previstas lo sitúan claramente en el segmento premium, muy fuera del alcance de la mayoría de los compradores locales. Esto ha intensificado las preocupaciones de que los desarrollos a gran escala respaldados por capital extranjero puedan reducir gradualmente el acceso a la tierra para los residentes de la isla.
Reacción local y la cuestión de la tierra
La propiedad de la tierra tiene una profunda importancia histórica y social en Nevis, moldeada por legados coloniales y por la limitada extensión territorial. Para muchos habitantes, el problema no es la inversión extranjera en sí, sino su concentración. La adquisición de grandes extensiones contiguas por un solo proyecto privado genera temores de exclusión y de una pérdida de control a largo plazo sobre los recursos locales.
También existen preocupaciones sobre el impacto acumulativo. Si a Destiny se le permite operar con una autonomía ampliada, proyectos similares podrían buscar arreglos comparables, transformando potencialmente el panorama de gobernanza de la isla con el tiempo. En una isla pequeña, incluso un solo desarrollo de gran escala puede alterar de forma significativa los equilibrios económicos, políticos y sociales.
Una tendencia global hacia la gobernanza privada
Destiny refleja una tendencia global más amplia entre inversores adinerados que buscan alternativas a la gobernanza estatal. Desde propuestas de ciudades chárter hasta zonas económicas gestionadas de forma privada, la idea subyacente es coherente: el capital prioriza cada vez más reglas previsibles y contratos ejecutables junto con la eficiencia fiscal. Lo que hace distintivo a Nevis es la escala. En una jurisdicción pequeña, los efectos de estos experimentos son inmediatos y altamente visibles.
Qué viene después
El proyecto se encuentra aún en una fase temprana. No se ha confirmado un calendario de construcción y muchos detalles legales y operativos siguen en discusión. La soberanía nacional no se cuestiona formalmente, pero el debate desencadenado por Destiny ya ha ido mucho más allá del sector inmobiliario.
Para los partidarios, Destiny representa innovación, entrada de capital y un posible modelo de desarrollo impulsado por la inversión. Para los críticos, es una advertencia sobre cómo el poder financiero puede redefinir fronteras legales y sociales. La forma en que Nevis gestione este equilibrio podría convertirse en un punto de referencia para otros pequeños Estados que afrontan presiones similares en un entorno de inversión cada vez más globalizado.

